lunes, 15 de enero de 2007

Amor se llama el juego de dos


Amor Se Llama El Juego

Hace demasiados meses
que mis payasadas no provocan tus
ganas de reir.
No es que ya no me intereses
pero el tiempo de los besos y el sudor
es la hora de dormir.
Duele verte removiendo
la cajita de cenizas que el placer
tras de si dejo.
Mal y tarde estoy cumpliendo
la palabra que te di cuando jure
escribirte una cancion.
Un dios triste y envidioso
nos castigo
Por trepar juntos al arbol
y atracarnos con la flor de la pasion
por probar aquel sabor.
El agua apaga el fuego
y al ardor los años,
amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño.
Y cada vez peor
y cada vez mas rotos
y cada vez mas tu
y cada vez mas yo
sin rastro de nosotros.
Ni inocentes ni culpables
corazones que desbroza el temporal,
carnes de cañon.
No soy yo, ni tu, ni nadie,
son los dedos miserables que le dan
cuerda a mi reloj.
Y no hay lagrimas
ue valgan para volver
a meternos en el coche
donde aquella noche en pleno carnaval
te empece a desnudar.
El agua apaga el fuego
y al ardor los años,
amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño.
Y cada vez peor
y cada vez mas rotos
y cada vez mas tu
y cada vez mas yo
sin rastro de nosotros.

Joaquin Sabina

Mi filosofía


viernes, 12 de enero de 2007

Aves de paso


A las peligrosas rubias de bote
que en relicario de sus escotes
perfumaron mi juventud.
Al milagro de los besos robados
que en el diccionario de mis pecados
guardaron su pétalo azul.
A la impúdica niñera madura
que en el mapamundi de su cintura
al niño que fui, espabiló.
A la flor de lis de las peluqueras
que me trajo el tren de la primavera
y el tren del invierno me arrebató.

A las flores de un día
que no duraban,
que no dolían,
que te besaban,
que se perdían.
Damas de noche
que en asiento de atrás de un coche
no preguntaban
si las querías.
Aves de paso,
como pañuelos cura-fracasos.

A la misteriosa viuda de luto
que sudó conmigo un minuto
tres pisos en ascensor.
A la intrépida cholula argentina
que en el corazón con tinta china
me tatuó peor para el sol.
A las casquivanas novias de nadie
que coleccionaban canas al aire
burlón de la "nit de Sant Joan".
A la reina de los bares del puerto
que una noche después de un concierto
me abrió su almacén de besos con sal.

A Justine, a Marylin, a Jimena,
a la Mata-Hari, a la Magdalena,
a Fátima y a Salomé.
A los ojos verdes como aceitunas
que robaban la luz de la luna de miel
de un cuarto de hotel, dulce hotel.
Joaquín Sabina